La agricultura es una ciencia local. Nada tienen que ver las laderas  que se extienden bajo el bosque húmedo de Colombia con los oasis limo arenosos o los ríos de África occidental.

La maralfalfa se presta a ser cultivada en grandes extensiones en zonas húmedas, con un modelo de bajo coste. Incluso sin nivelar, y usando maquinaria para todas las faenas, pueden obtenerse notables producciones, según diversas publicaciones. Pero nada que ver con los rendimientos que pueden lograrse a las puertas del desierto.

La maralfalfa es una planta que necesita luz y calor para dar ofrecer su potencial. En la foto un día de corte con cerca 100.000 kg/ha de producción.

Nuestro entorno es bien distinto. Contamos con cerca de 3.000 horas de sol al año, que es casi el doble que en la pluviselva americana, temperaturas mucho mas planas y aportes de nutrientes que literalmente impregnan el aire y se depositan de forma ininterrumpida en el cultivo. Otro tanto sucede con el agua,  rica en todo tipo de nutrientes. Y de problemas.

El riego, abonado, salinidad, PH, densidad de la tierra,  manejo de plagas, que tratamos en los siguientes apartados, requieren una curva de aprendizaje de la que nunca terminaremos de salir.

Sólo cuando el único factor limitante de un cultivo sean  la temperatura  y las horas de sol, podremos decir que realizamos el manejo correcto. Porque todos los demás factores podemos  medirlos y controlarlos.

A la izquierda hierba para plantar.

Pero ajustar las variables que controlamos al clima es una quimera. Ya de por si, aún con un clima rigurosamente estable sería un problema considerablemente complicado.

¿Cuándo y cuanto riego? Depende de la temperatura, el viento, la humedad de la atmósfera, el estado de crecimiento de la planta, si esta nublado, de la duración el día. En la práctica, hacemos un boquete de 20 cm en el suelo para ver la humedad y miramos las hojas si tienen signos de estar agostadas.

En un invernadero, donde podemos controlar el clima, incluso el CO2, podemos llegar a buenas aproximaciones del máximo del cultivo. Pero en el campo, un día seco, ventoso y soleado cambia radicalmente las demandas agronómicas del cultivo, porque tendremos que dar mas riegos. Pero como abonamos con el riego, tendremos que tomar decisiones sobre el abonado, ajustándolo.

No nos vale el balance de nutrientes de enero, con días cortos pero secos y soleados,  para septiembre, cuando durante semanas las lluvias superan los requerimientos del cultivo. En septiembre, al no regar, no podemos añadir el abono con el agua y lo extendemos al boleo, con lo quizá actué con cierto retardo.  También serán mayores los requerimientos en nitrógeno, cuya pérdida en la atmósfera es proporcional a la temperatura. Nada de eso es fácil de medir. La intuición es la única forma que de momento tenemos para tomar decisiones. Eso si, una intuición basada en datos.

Al contrario que el riego y los nutrientes, una vez implantado  el cultivo el manejo mecánico del mismo es relativamente simple. No tenemos problemas de oxigenación de las raíces, incluso si mantenemos alta la humedad del terreno, porque la maralfalfa es una gran mejoradora de las propiedades físicas del suelo. Su sistema radical ocupa la totalidad del terreno hasta 30 cm de profundidad. Cuando las raíces mueren y se pudren, o son comidas por insectos, dejan espacios que son ocupados por el aire o el agua, disminuyendo la densidad de la tierra.

Tras el corte,  es conveniente un ligero deshierbe, y sobre todo, tapar los boquetes  que producen los roedores. Si el corte se efectúa con la planta bien crecida, es decir, con unos 70 días, el suelo quedará bien cubierto de los restos de hojas senescentes, y es conveniente no tocarlo. Si por el contrario el suelo queda descubierto, es una buena ocasión para estercolar. Tras lo cual la planta agradece una bina.

En todos los cultivos, y la maralfalfa no es menos, mantener la uniformidad a lo largo de la plantación es uno de los factores que mas influyen en el rendimiento. Con el paso del tiempo algunas plantas mueren y van apareciendo claros en la plantación que quedan a la vista cuando cosechamos. Replantar es fácil, preferiblemente con plantones que crecen en los lindes de las tablas de riego. Lo que no siempre es tan fácil es saber porque se han secado. La principal razón suele ser el riego. Incluso si durante un sólo riego el agua no llega a una zona de la tabla algunas plantas pueden morir. Puede resultar paradójico que se diga que la maralfalfa es resistente a la sequía, y que rebrote tras meses sin regar. Lo que sucede es que las plantas adyacentes a la zona mal regada, al crecer tan rápido,  le hacen la competencia por la luz y los nutrientes y la matan, al igual que el polluelo débil no prospera en un nido lleno de polluelos vigorosos.

Que la plantación presente un aspecto uniforme es esencial para maximizar la producción.

Una vez que se ha replantado, si verificamos que el problema era una mala nivelación, la corregimos.

Además de los problemas de nivelación, a veces hierbas y arbustos con efectos alopáticos, muy frecuentes en la sabana, nos infectan, y debemos proceder a un deshierbe mas detallado.